La república del Perú después de la muerte de Castilla sigue convulsionada por los golpes militares y la anarquía, el coronel José Balta al retorno de su exilio en Chile había sublevado los Departamentos del norte del Perú contra el gobierno de Lima, terminando por derrocarlo y asumiendo el mando de esa nación el 2 de Agosto de 1868 tras unas elecciones convocadas por el vicepresidente Diez Canseco.
Para Arica el año 1868 quedara inscrito en su historia como una marca de fuego debido a la gran tragedia que significó el gran terremoto de agosto de es año, este hito en la historia ariqueña marcará el inicio de las tres más grandes tragedias vividas como pueblo durante el siglo XIX en un lapsus de no más de diez años, y quizás en toda su historia, sólo comparable al terremoto y maremoto sufrido en 1604.
A once días que había accedido al gobierno el coronel Balta, es decir el 13 de agosto, se produce un terremoto grado 8 a 9 en la costa sur del Perú, este acontecimiento es uno de los hechos más importante de los que registra la sismología mundial, por la magnitud del terremoto y el área afectada por el evento sísmico, el movimiento telúrico afecto a toda la costa de Sudamérica entre la península de Mejillones y la costa de Paracas, con el subsecuente Tsunami (maremoto) que afectó desde puerto de Caldera a Guayaquil, el epicentro se calcula que estuvo frente a las costas ariqueñas por ser esta ciudad puerto la más afectada.
Don José Balta, Presidente del Perú
El fatídico 13 de agosto de 1868 se presento como un día normal para esa época del año, con una claridad atmosférica poco común, pero fenómeno normal, esta claridad atmosférica se produjo después de dos días de eventos de lloviznas nocturnas y matinales que limpiaron de la bruma y el polvo en suspensión frecuente de los cielos ariqueños, desde el muelle podía divisares con claridad el morro de La Yarada en el extremo septentrional de la gran ensenada que forma la bahía ariqueña por el norte, la cordillera de los Andes se veía imponente mostrando los nevados volcanes Tacora, Chupiquiña y mas al sur el Taapaca, la mañana fue algo fría con una temperatura de unos 13º C. para remontar al medio día a unos 23º C., se encontraban surtos en la bahía un número importantes de buques entre ellos el navío “”Chanacelia” de bandera inglesa, la “Ninita” barca de bandera inglesa de propiedad de la firma Wellington & Co. con agencia en Valparaíso, la fragata “Gambetta” de propiedad de la firma Gambetta Hermanos, el bergantín “Regalón” de bandera peruana, el “Fredonia” pontón del gobierno de Estados Unidos que cumplía las funciones de almacén flotante al servicio de la escuadra del Pacifico de esa nación, era remolcado por el vapor de guerra estadounidense ““Wateree””, surto también en la bahía, la fragata “América” de la armada peruana, el bergantín “Rayo” de bandera peruana, la corbeta “Chañarcillo” de bandera inglesa, el bergantín “Faustino Rivera” de bandera peruana, una barca la “Ulysses” de bandera estadounidense dedicada al transporte de guano, el buque mercante “Eduardo” de bandera francesa, el mercante estadounidense “Rosa Elvira”, además se cree que podrían haber estado en el fondeadero de la bahía otros cuatro buques de los cuales no se encontraron registros por haber desaparecido toda la documentación de la capitanía de puerto.
El fuerte de la isla del Alacrán se encontraba con su dotación completa de cien hombres, que servían las ocho piezas de artillería de 15’ que tenía el fuerte; por esos años la marina peruana había tomado una actitud muy jactanciosa, por constituir la fuerza naval con mas poder bélico de las naciones sudamericanas, las acciones del Callao el 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española sirvieron para elevar enormemente la autoestima de esta rama de la fuerza de guerra del Perú, Arica se transformaba en un puerto de alto valor estratégico para las pretensiones de hegemonía en el Pacífico que tenía la república peruana con respecto a sus hermanas repúblicas de Sudamérica.
Cuando pasaban las cuatro de la tarde de ese día 13 de agosto de 1868 la población de Arica había reiniciado sus labores habituales después de la tradicional siesta de medio día, de improviso se sienten un golpe muy fuerte y un ruido ronco difícil de determinar su procedencia dando la impresión que la tierra se partía en dos, de inmediato se viene un movimiento del suelo que daba la sensación que un ser colosal lo sacudía cual alfombra, generando ondulaciones en lo que segundos antes parecía tierra sólida y compactada se movía como si fuese liquida, los muros de las casa se flectaban como si hubiesen sido hechos de papel hasta que no soportaban más cayendo sobre las gentes, sus muebles y utensilios, en una batahola de adobes y maderos. Los que alcanzan la calle también eran atrapados por los edificios que se derrumban en un caos que se acrecentaba segundo a segundo, el movimiento no permitía dar pasos sin caer al suelo, el ruido subterráneo, el estrépito de los edificios derrumbándose, la nube de polvo que todo cubría oscureciendo la atmósfera, hacia el aire irrespirable, creando un ambiente que para quienes vivieron esos interminables tres minutos que duro el terremoto era acabo de mundo, disipada la nube de polvo se pudo ver la magnitud de la tragedia donde hasta hacia pocos minutos existía una ciudad que veía con fe su prosperidad se había transformado en un montón de escombros donde se habían borrado inclusos sus calles este cuadro de destrucción era acompañado de un trágico coro con el lamentos de sus habitantes, los pedidos de auxilio salían por doquier, los gemidos y plañidos de los heridos era una verdadera letanía que anunciaba más muerte y destrucción, unas doscientas personas obedeciendo más a sus instintos que a su razón en forma desesperada concurren al sector del muelle para pedir auxilio a los barcos surtos en la bahía, creyendo escapar del cataclismo que se les venia encima al sentir los fuertes ruidos subterráneos que no cesaban, dando la impresión que los cerros terminarían por derrumbarse sepultándolo todo, pero el peligro vino justamente del mar, cuando se agolpaba más gente en el sector de la marina vino un según remezón tanto o más fuerte que el primero con el agravante que este movimiento fue acompañado de una violenta salida de mar que barrio toda la zona portuaria tragándose literalmente a todos los que ahí se encontraban, cuando aun no se recuperaban los atribulados ariqueños del segundo movimiento de la tierra se produce un tercer evento sísmico, mayor que los dos anteriores con una duración de tres a cuatro minutos en este tercer evento el mar se retiro más haya de donde el observador pudiese ver, la isla del Alacrán quedo en seco, los buques y embarcaciones menores quedaron varados en el lecho seco de la costa.
Según el relato del capitán del buque de guerra “Wateree” de la armada de Estados Unidos Mr. L.G. Billings y consignada por don Alfredo Wordman Cruz en su libro “Frontera Norte”, el primer movimiento sísmico sorprendió al capitán del buque a bordo de la nave en reunión con varios oficiales en su camarote, cuando de pronto sintieron que el barco se estremecía con violencia. No supieron a que atribuir el movimiento de la nave que no cesaba un instante de moverse en forma anormal, prontamente subieron a cubierta para ver que sucedía; lo que apareció ante sus ojos los dejó perplejos. Una enorme nube de polvo se desplazaba desde el Morro sobre la ciudad, acompañada del estruendo por la caída de inmensos bloques de rocas de los acantilados de la granítica mole tutelar de Arica; además de los derrumbes de los edificios de la ciudad, esta visión apocalíptica iba acompañada de extraños ruidos subterráneos que semejaba truenos provenientes del interior de la tierra, estos ruidos, segundo a segundo crecían a mayor intensidad. El asombro y el pánico llegaron a extremo al ver como la tierra se movía como un mar agitando, que los cerros lo hacían de tal modo que a cada instante esperaban verlos estallar en pedazos.
La nube de polvo envolvió todo rápidamente, nada se podía ver, pero los tripulantes del “Wateree” podían oír los gritos despavoridos y el estruendo de las casas que se derrumbaban, el buque era zarandeado de tal forma que era difícil a la tripulación permanecer de pie, según los marinos del buque estadounidense el terremoto duro unos cinco minutos.
Al disiparse la nube de polvo, los tripulantes del buque de guerra vieron horrorizados como había desaparecido la ciudad en contados minutos, los gritos de socorro se percibía claramente desde los barcos, la tripulación del “Wateree” comenzó a ver como la gente se agolpaba hacia el muelle para pedir auxilio a los barcos, el comandante del buque mandó un bote a tierra con trece tripulantes a fin de adelantar los auxilios de la atribulada población, mientras preparaba una brigada de cuarenta hombre con las herramientas necesarias para el rescate de las víctimas. Tan pronto como la tripulación del bote desembarco el estruendo del segundo sismo se hizo sentir con toda intensidad tan violento como el primero, los tripulantes de los barcos con horror e impotencia vieron como el muelle que se encontraba lleno de personas desaparecía tragado por el mar, ninguna persona que se encontraba ahí logro sobrevivir, cuando aun no se reponían del impacto del segundo movimiento con la salida abrupta del mar vino el tercer movimiento sísmico que duro varios minutos, sacudiendo la tierra como si la columpiara, a continuación el mar se recogió mas haya del horizonte, dejando en seco toda la bahía.
Los navíos, sin agua que los sostuvieran quedaron tendidos de costados como si hubiesen sido bestias marinas heridas, la excepción fue el “Wateree” que tenía sus fondos planos, esta nave había sido construida, con el fin de navegar por los correntosos y poco profundo ríos del sur de Estados Unidos a finales de la guerra de la secesión que había sufrido esa nación de Norte América. Al originarse la fuerte resaca, al momento de la retirada del mar, todos los buques maniobraban para no verse arrastrados por una colosal succionadora en que se había transformado el océano con fuertes corrientes que parecían imanes por la atracción que generaban, en este lance el capitán del América que se encontraba en tierra se embarca en un falucho para comandar y salvar su nave pero fue rápidamente víctima de las corrientes pereciendo ahogado junto a los tripulantes que le acompañaban, el “Wateree” hizo esfuerzos por no ser arrastrado pero corto todas su amarras, bajaron ancla las que arrastraban por el fondo como arados hasta que el barco varó en el lecho seco de la bahía, el América encendió sus calderas pero no alcanzaron a tomar suficiente presión también logro afirmar amaras a un que algunas rompieron terminando varado cargado a estribor, el “Channacelia” fue arrastrado quedando con el ancla y su cadena de casi 80 metros estirada completamente hacia la ciudad, el resto de las naves fueron naufragando a medida que se retiraba el mar quedando en el fondo seco como testimonio de la destrucción y muerte que afectaba al convulsionado “Mar Pacífico”, en los acantilado del Morro se produjeron deslizamientos de arena y tierra que dejaron al descubierto antiguos cementerios precolombinos, mostrando a los aterrados ariqueños una verdadera ciudad de los muertos, los marinos del “Wateree” creían sinceramente que había llegado el día del juicio final. A los veinte minutos del inicio de la recogida del mar y ya de noche, el buque americano comienza a flotar, lanzado de un lado a otro por las corrientes marinas, flotaba sin dirección. Todos los de abordo ignoraban dónde se encontraba el barco, ni tenían noción del riesgo real que corrían junto con la nave, en sus almas corría la incertidumbre de sentir que al minuto siguiente podrían perder la vida. Los tripulantes aferrados a los cables de seguridad para tormentas, esperaban con estoicismo ser tragados en cualquier momento por el mar, que lejos de calmar su furia aumentaba más y más. Eran como las ocho y media de la noche cuando un tripulante dio el grito de alarma por lo que creyó la proximidad de una rompiente. En medio de la inmensa oscuridad se divisaba una línea delgada de fosforescencia. De pronto se dieron cuenta que dicha línea subió con mucha rapidez, que en breve tiempo se confundió con el cielo del estrecho horizonte nocturno. Su parte inferior estaba formada por cataratas de turbias aguas, era el maremoto que llegaba con estruendo terrorífico.
El “Wateree” pareció quedar enterrado bajo una masa sólida de agua y arena. La tripulación, fuertemente amarada conforme a lo establecido en las ordenanzas, resistió el impacto, la nave quedo totalmente a la deriva ya que no era posible gobernar en esas condiciones luchó hasta que llegó a la cima de la ola, entre crujidos de maderos, metal y cuerdas del buque que parecían reventar en cualquier momento, el “Wateree” resistía. Después de este zambullón y ascenso por la masa de agua nadie supo que paso, sólo se tenía la percepción que el barco corría a gran velocidad en medio de las tinieblas, literalmente montado en la cresta de la ola, hasta que empezó a descender con suavidad pero a mucha velocidad, principia a disminuir la velocidad en la medida que dejaba de descender y avanzar hasta detenerse casi suavemente. La luz de una linterna que lograron encender les permitió darse cuenta que estaban en tierra firme, pequeñas olas iban a morir en los contornos del buque hasta que en unas cuantas horas esta desaparecieron, todo se transformo en un silencio sepulcral donde sólo se escuchaba las olas del mar reventado y alejándose cada vez más, en la tripulación del “Wateree” existía el temor que en cualquier momento las fuerzas de la naturaleza volvieran a desatarse con toda la furia vivida en las cinco angustiosas horas que había durado el martirilogío de los ariqueños, siguió temblando con regular intensidad toda la noche.
Al amanecer, con las primeras luces pudo apreciarse la magnitud de la tragedia vivida, el Tsunami había lanzado al buque norte americano tierra adentro, a los faldeos de los cerros Chuños al noreste de la ciudad a unos 1.600 metros del borde de playa anterior al maremoto, la nave de guerra estadounidense había quedado a unas diez millas de su fondeadero, la tripulación del “Wateree” salvó en mayoría viéndose disminuida por los ahogados en el bote de socorro que se hundió junto a las gentes que pereció en el muelle, la esposa del capitán del buque pereció sepultada por los muros de adobe del edificio donde estaba residiendo, días antes de la tragedia habían sido fusilado dos tripulantes de este buque por borrachos, pendenciero y desertores. Cerca del “Wateree” se encontraba el “Channacelia”, totalmente destrozado con su cadena de ancla enrollada alrededor del casco como hilo de carrete, a causa de las vueltas que le hicieron dar las olas, perdió toda su tripulación; un poco más al sur se encontraba encallado el buque de guerra peruano “América”, que se encontraba en posición vertical enterrado en la arena dando la impresión que en cualquier momento podría levar ancla y volver a navegar, había perdido toda la tripulación que estaba a bordo al iniciarse el sismo, la playa en una extensión de 8 kilómetros aproximadamente estaba cubierta de resto de barcos, embarcaciones menores, restos de estructuras de construcción de los edificios de la ciudad, enceres de casa, bultos de mercaderías que se encontraban en los almacenes de la aduana y del ferrocarril, se calcula en un millón de dólares oro la perdida aduanera ya que justo en los días inmediatos anteriores al terremoto se habían desembarcado grandes partidas que iban a los mercados de Bolivia y del Perú; muchos cadáveres de personas se encontraron en todo el borde costero inclusive era frecuente encontrar cadáveres de animales domésticos que se confundían con los desechos de algas, peces y animales marinos muertos. El humedal norte de Arica que va desde la desembocadura del río San José hasta la desembocadura del río Lluta se había transformado en un gran lago que era alimentado por eventuales incursiones de pleamar, las que duraron como hasta seis meses después del maremoto, siendo también surtido por las aguas del río Lluta que había perdido el borde de su cause normal en la salida de mar, desviando parte de sus aguas a este lago de reciente formación y que tendría funestas consecuencias meses más tarde.
La
ciudad resultó totalmente destruida, no quedo ningún edificio en buenas
condiciones, los sobrevivientes tuvieron que improvisar
chozas construidas en cañaveral y totoras adosadas
a algún muro que permaneció en pie, se improvisaron carpas con la tela
de las velas de los buques que habían quedado esparcidas en la playa, se
alimentaron con los víveres que quedaron en las bodegas de los barcos varados y
que por haber permanecido cerrada sus escotillas salvaron de ser mojadas al
momento de la zozobra; la iglesia Basílica
perdió completamente su techo, quedando total mente destrozada la torre
del campanario y parte importante del frontis que daba
a la esquina de la calle San Marcos los muros laterales se conservaron en
parte en pie, la iglesia de la Matriz también resultó destruida totalmente
para nunca más ser casa consagrada
a Dios, conservándose hasta el día de hoy parte de sus muros, los restos del
convento de San Francisco terminaron por desaparecer, las calles fueron
literalmente borradas del mapa, Arica ofrecía un paisaje desolador semejando un
mar de escombros el que era interrumpido de vez en cuando por alguna casa que
con dificultad permanecía en pie, la
parte baja de la ciudad fue totalmente barrida por el Tsunami, según
testimonios este habría llegado en su repechaje tierra adentro hasta las
cinco esquinas, intercesión de las calles de la Alameda, De las Mercedes y
de Ayacucho; el otrora orgullo
ariqueño, el edificio de la Aduna, había
desaparecido totalmente, quedando sólo como testimonio de su efímera
existencia las columnas dóricas de acero esparcidas a lo largo de la playa, la
estación y maestranza del ferrocarril también desaparecieron, los carros y
locomotoras no se encontraron más,
fueron tragadas por el mar, el relleno de la explanada que se había construido
a los pies del Morro como patio de maniobra del ferrocarril desapareció
generándose la conformación de la playa anterior a la ejecución de
esta obra de ingeniería, el hospital San Juan de Dios resulto prácticamente
todo destruido, a excepción de la Capilla que no sufrió mayores daños, el
fuerte de la isla del Alacrán fue literalmente borrado de la superficie
por las olas del Tsunami desapareciendo toda la guarnición de 100
hombres, y perdiéndose todas las piezas de artillería allí montadas.
Entre
las distintas experiencias vividas por los habitantes del golpeado puerto de
Arica cabe consignar la aventura protagonizada por el comerciante de origen
italiano Giuseppe Vaccaro. Este
inmigrante de origen italiano había prosperado con un negocio de menestras en
la ciudad; poco antes de ocurrida la tragedia del terremoto don Giuseppe, había
sufrido de la amputación de una de
sus piernas, el día 13 de agosto se encontraba como de costumbre en su almacén
cuando vino el tremendo sacudón de tierra, sus empleados lograron huir del
derrumbe del local, Vaccaro sobrevive entre los escombros protegido por las
estanterías y el mesón de atención de público, imposibilitado de escapar por
sus propios medios uno de sus empleados en un acto desesperado por salvar la
vida de su patrón ante la
arremetida que ya hacia el mar lo coloca en un improvisado bote que a él le
pareció ver antes de su propia escapada,
este falucho al parecer era parte de la estructura del mesón de atención del
negocio, el empleado dejó a don Giuseppe a su suerte sentado en la improvisada
embarcación, la feble barca es arrastrada en la primera resaca mar afuera,
siendo juguete de las corrientes cual cáscara de nuez, vuelve empujado por
las primeras olas varando en
un montículo de escombros casi frente de la destruida iglesia Basílica,
salvando el comerciante italiano milagrosamente de la gran catástrofe; meses más
tarde el cajero de Vaccaro cometió un fraude con una serie de malversaciones,
descubierto el fraude por don Giuseppe se da cuenta que estaba en la quiebra,
quedando en una situación de extrema pobrezas, fue tal su desesperación que
cayo en una profunda depresión que lo llevo a suicidarse lanzándose al pozo de
calle San Marcos, donde fue encontrado muerto una mañana por los aguadores que
utilizaban esa noria, la muerte de don Giuseppe Vaccaro
causó una gran conmoción en los atribulados ariqueños al ver el triste
final que había tenido quien se había salvado tan milagrosamente del
terremoto.
El
prefecto del Departamento Moquegua (Arica era provincia del Departamento) al
momento del terremoto era el señor Nicolás Freyre, autoridad que tuvo sobre sus hombros la inmensa
responsabilidad de mitigar el dolor de sus gobernados ya que no hubo ciudad, pueblo, caserío del Departamento que
no haya sufrido los efectos del gran sismo con el consecuente reguero de
destrucción y muerte.
Algo repuestos los ariqueños del impacto sufrido, emprendieron la dolorosa tarea encontrar y dar cristiana sepultura a sus muertos, cada sobreviviente trataba de encontrar a los suyos entre los escombros de lo que presumían que habían sido sus hogares, a los días de ocurrida la tragedia muchos indios de los pagos de los valles cercanos al puerto bajaron saqueando cuanto encontraban y consideraban que podría utilizarse, para terminar con este acto de ultrajante a las víctimas las autoridades tomaron varias medidas de represión pero se vieron impotentes ante la agresividad demostrada por los saqueadores; por lo que la tripulación del “Wateree” disparo por los altos sus cañones desde su forzado varadero en los faldeos de los cerros, espantando de este modo a los merodeadores, las replicas del terremoto se dejaron sentir prácticamente durante todo el mes de agosto con algunos temblores de fuerte intensidad, también no cesaban con cierta intermitencia los ruidos subterráneos que en la noche especialmente inquietaban a los habitantes del destruido puerto.
El gobierno chileno se apresuro en socorrer a las víctimas enviando ropas y víveres en sus buques con el fin de prestar colaboración de auxilio al pueblo del Perú, el embajador chileno en Lima por motu propio, erogó $10.000. - para las víctimas y el gobierno envió una donación de $50.000 con el mismo fin; después de tres semanas de angustiosa espera llegaron a Arica los primeros socorros para los sobrevivientes del gran sismo, desde Lima se habían enviado víveres y medicinas en la fragata de bandera estadounidense “Phowhatan,”, los meses siguientes estuvieron dedicados a la remoción de escombros y al esfuerzo por restablecer las actividades portuarias que no sólo urgían para reactivar la economía local sino que también de las ciudades interiores, se estableció un improvisado hospital construido de madera en el sector norte además de un lazareto también construido de madera, los que prestaron buen servicio a la atribulada población.
Parecía que todo comenzaba a retornar a la tranquilidad, sin embargo la población de Arica todavía le quedaba sufrir otra tragedia más. Al pasar unos pocos meses del terremoto, en los charcos que se habían formado en los bajos del Chinchorro y de Chacalluta debido el desvío que había sufrido el río Lluta en la desembocadura a consecuencia de la salida de mar, se formaron letales criaderos de mosquitos “anofeles”, desatando una mortífera epidemia de paludismo, a este repunte virulento de fiebre amarilla se sumo casi simultáneamente una epidemia de cólera que empezó a diezmar a la población en forma dramática, este último flagelo fue provocado fundamentalmente por las tremendas deficiencias sanitaria en que había quedado la población; las aguas de los pozos que surtían la ciudad se habían contaminado, prácticamente no había agua potable para consumir, las condiciones sanitarias para la preparación de alimentos eran paupérrimas producto de la destrucción sufrida por en el terremoto, las innumerables letrinas y pozos negros eran focos infecciosos que sólo contribuían a agravar la situación, no existía familia que no perdiera a uno de sus miembros, según informes de la prensa de la época en febrero de 1869 hubo días que las muertes no bajaron de 40, la incapacidad de las autoridades para arbitrar medidas que enfrentaran con éxito la situación agravaron la crisis, se paralizo casi totalmente la economía local ya que se prohibió la entrada de las caravanas de arrieros y de todo contacto personal por miedo a la propagación de la epidemia a otros puntos del Departamento, sin embargo el ferrocarril a Tacna siguió funcionando siendo una vía que de seguro llevó el flagelo a dicha ciudad donde también provoco una gran mortandad, estimándose en unas 2.500 personas muertas por la epidemia; muchas familias ariqueñas habían emigrado a Tacna, a Moquegua y a otros pueblos del interior para escapar de las pestes, sin embargo muchos fueron portadores de los males y muriendo en su traslado o simplemente esparcieron el mal.
De esta manera se desataba la segunda gran tragedia del siglo en la tierra de San Marcos de Arica, después de los 800 muertos y desaparecidos calculados en el terremoto del 13 de agosto de 1868 se suman las muertes por la epidemia de principios de 1869 que se calculan en unas 700 personas fallecidas aproximadamente, entre el 31 de enero de 1869 al 28 de febrero de 1869 hubo 541 sepultaciones en los cementerios de Arica, se tuvo que hacer una zanja en la parte mas alejada del Panteón cercano al río San José para que sirviera de sepultura a los fallecidos, se abrió otra zanja algo menor en las cercanías del Lazareto que estaba ubicado a unos 3 kilómetros al este de la ciudad, esta lúgubre labor fue realizada en forma forzada por negros y mulatos que por idiosincrasia tenían mucha propensión a la superstición, factor que los hacia cumplir la humanitaria labor con muchos sacrificios, a estos forzados panteoneros se les pagaban 2 soles diarios por su trabajo, las autoridades se vieron obligadas a imponer este trabajo a los habitantes afroariqueños debido a la desastrosa falta de mano de obra, la escasez o total ausencia de personal especializado como médicos, enfermeras, farmacéuticos, constituía un cuadro muy desalentador sobre el futuro del puerto, las familias más pudientes ofrecían hasta diez soles diarios para que alguna mujer pudiese asistir a los enfermos de su núcleo familiar, no logrando conseguirlas, la situación era tan grave que en una información del diario “El Comercio” de Lima del 24 de febrero de 1869 se decía: “Si esta situación no mejora, desaparecerá bien pronto Arica, pues los muertos no bajan de 40 diarios en esta reducida población”. Por esos días había llegado al puerto un número importante de peones chileno que habían sido enganchados para el trabajo en la construcción de ferrocarriles en el Perú por la firma de Enrique Meiggs, quien había tenido muy buena experiencia en la calidad de estos trabajadores en la construcción del ferrocarril de Santiago Valparaíso, Meiggs había ganado un importante contrato con el gobierno peruano, estos desgraciado trabajadores se contagiaron con las pestes que asolaban a Arica y en su mayoría murieron, ya en la época de la guerra de la independencia se había visto la debilidad que presentaba la gente del valle central de Chile que integraron el Ejército Libertador comandado por José de San Martín a las enfermedades tropicales como el paludismo.
La década que sigue a continuación de las grandes tragedias sufridas por Arica en el siglo XIX están marcadas con el espíritu de la reconstrucción espiritual y material de la población; sin embargo esta etapa no estuvo exenta de una nueva catástrofe que pondría de nuevo a prueba el temple de los ariqueños, el nuevo evento de la naturaleza fue el terremoto con Tsunami del 9 de mayo de 1877.
Cuando la trágica oleada de catástrofes y de plagas de los años 1868 – 1869 que se habían ensañado con la población ariqueña hacían su retirada dejando tras de sí una secuela de dolor y muerte, el coronel José Balta a la sazón presidente del Perú visita la zona para impulsar la reconstrucción de las ciudades de los Departamentos sureños de ese país.
La
alta autoridad peruana efectúa una visita de inspección por los restos de la
ciudad y por los valles interiores de la provincia, la experiencia vivida
por el presidente peruano en
su estada en el puerto de Arica fue muy fuerte
y quedaría marcada como una dolorosa cicatriz en su recuerdo, al
constatar el grado de destrucción
y desolación del otrora más importante
puerto del sur de esa república, el
presidente peruano en su visita a Arica fue huésped del cónsul de Gran Bretaña
en Arica don George Hodges Nugent que había formado hogar con la dama tacneña
doña Eloisa Mac Lean Portocarrero[1].
Al retornar de la agotadora jornada, la que abarcó parte del valle de Azapa y
del valle de Lluta, se le organiza al presidente peruano una cena en casa del cónsul
George Nugent, doña Eloisa de Nugent, su esposa,
excelente anfitriona se esmera en la atención de su ilustre huésped,
haciendo en lo posible que no
sintiese las inconfortables condiciones del albergue proporcionado, producto de
los destrozos que había sufrido su casa después del terremoto. Era la víspera
del día en que el presidente
peruano retornaría a Lima. El agobiado mandatario en compañía de su
anfitriona, de la familia de esta y
de algunos
invitados pertenecientes a los principales de la ciudad,
cenaron a la luz de lámparas a gas importadas desde Europa que poseía
la acaudalada familia, durante la cena los comentarios giraron en torno al
terremoto y sus secuelas, dándose como temas obligados de conversación
las distintas tragedias familiares vividas; al momento
de la sobre mesa el Jefe de Estado peruano casi en meditación pero en
voz alta, pronuncia las siguientes palabras con mucha parsimonia, como queriendo
que quedasen grabadas profundamente en la mente de sus interlocutores: “Cuanto me apena los estragos causados por este terremoto a la población,
que ha privado a Arica hasta de un sitio para honrar a Dios”, esta frase
del presidente produce un
respetuoso silencio de los comensales, después de unos breves segundo sin ser
interrumpido agrega el mandatario casi en un susurro, “Si la Iglesia para Ancón no hubiera llegado aún a Lima“; la
señora Nugent al escuchar al coronel Balta de inmediato le dice “Presidente, usted tiene que dar una nueva iglesia para Arica, sólo
usted puede dar ese consuelo a los ariqueños”. El presidente Balta cumplió,
dentro del plan de reconstrucción para
el puerto de Arica que se elaboró incluyó la construcción de un nuevo templo.
Iglesia San Marcos, diseño y construción de Gustavo Eiffel y Cia.
El coronel Balta a su regreso a Lima encomienda al ministro de Hacienda de ese entonces don Nicolás de Pierola, desarrollar un plan para la reconstrucción del puerto de Arica, el ministro de cuna arequipeña cumple los deseos del mandatario, en este plan de reconstrucción se consideró un rediseño del plan urbano de calles que tenía la ciudad hasta el terremoto de 1868, también se consideró la ejecución de importantes obras publicas. El plan de reconstrucción concebía un complejo cívico compuesto principalmente por tres edificios para servicios públicos así se ordenó la construcción del edificio de la Aduana, con sus respectivos almacenes, del edificio de Correos y Telégrafo, además del edificio de la Subprefectura, el plan contemplaba también la reconstrucción del muelle y parte del relleno que daba proximidad al ferrocarril Tacna Arica al terminal marítimo, la estación de pasajeros del Ferrocarril Arica Tacna, el Hospital San Juan de Dios, la Cárcel, el Cuartel de Policía, un Colegio, la Recova y un Templo en remplazo de la destruida iglesia Basílica, para financiar el plan propuesto de reconstrucción de Arica el gobierno del Perú hizo uso de los recursos provenientes del contrato Dreyfus por la venta de guano, en el empréstito de mayo de 1870 con el que se financió también la construcción de los ferrocarriles del Callao a la Oroya y el de Arequipa a Puno.
Con relación al rediseño de las calles de Arica estas conservaron como base la antigua calle de “San Marcos” para las que están orientadas de oriente a poniente y la antigua calle “Unanue” para las que se orientan de Sur a Norte, de esta forma el nuevo orden de las calles considerando las que corren de oriente a poniente nombradas de sur a norte eran las siguientes: Calle de “Ayacucho”, calle de “Unanue”, calle de “San Marcos”, calle “28 de Julio” (ex “San Francisco”), calle “2 de Mayo” (ex “del Comercio”), calle “de la Alameda”, calle de “Atahualpa”, calle “de la Pampa”; para las calles que corren de sur a norte considerándolas de mar a cordillera el orden era el siguiente: “Aduana” (ex “del Ferrocarril”), calle del “Telégrafo” (ex de la “Aduana”), calle de “Arica” (ex “Unanue”), calle “del Colegio” (ex “de las Mercedes”), existía una pequeña calle de tan sólo dos cuadras que iba desde “San Marcos” hasta “2 de Mayo” cruzando “28 de Julio” y que corría a un costado de la Recova llamada “Chucuito”, calle “de la Matriz”, calle de “Bidaubique”, calle de “Zapata”, calle de “Gamarra”, calle de “Castilla”. En el diseño limeño no se había considerado la antigua calle de “Ayacucho” que terminaba en su extremo oriental en la intersección la calle “de la Alameda” con la calle “del Colegio”, formando lo que los ariqueños llamaban las cinco esquinas, los propietarios de los predios que daban a esa calle insistieron en mantenerla denominándola calle “de Provisiones”[2], el sitio para la iglesia quedó establecido en la manzana formada por las calles de “Arica”, calle “del Colegio”, calle de “Unanue” y calle de “San Marcos”, este terreno correspondía al del antiguo emplazamiento de la iglesia Basílica; la plaza se conservó en el lugar original frente a la iglesia pero en un terreno de menor dimensión que el anterior al terremoto.
El
complejo cívico contemplado en las obras civiles del plan de reconstrucción
diseñado por el gobierno del coronel Balta comenzó a ejecutarse en 1871, ganándose
el contrato de Construcción la
firma francesa “Gustavo
Eiffel et Compagnie”, actuó como subcontratista encargada de realizar las
obras civiles la empresa “Constructeures
Levallois et Campagnie” de París; la
inversión en las oficinas públicas ubicada en el complejo cívico tuvo un
costo de un millón trescientos veinticinco mil cuatrocientos
soles de 48 peniques de la época, iniciándose las obras el día 10 de
diciembre de 1871, la firma Eiffel et Cie, también obtuvo el
contrato para la construcción de la Catedral de Tacna, la pila ornamental de la
plaza de armas de esa ciudad, la construcción de la capilla del cementerio y la
construcción del Teatro Municipal de esa ciudad, las obras encomendada en Arica
a la firma francesa se ubicaron en la manzana comprendida entre las calles
“San Marcos” por el Sur, “2 de Mayo” por el Norte, calle del “Telégrafo”
por el Este y la explanada que daba al muelle y estación de pasajeros del
ferrocarril a Tacna por el Oeste; el complejo comprendía las oficinas
administrativas de la Aduana de Arica, este edificio se ubicó al centro de la
sección de terreno que daba a la marina, fue concebido con una estructura de
dos pisos, que en la planta baja estaba dividido en tres
grandes salones; el frontis principal
lo conforman tres secciones,
la central compuesta por la mampara de acceso principal
de madera y cristal de cuatro hojas con las dos hojas centrales movibles,
da acceso al “hall” de
recepción, hacia la calle enfrenta
esta entrada principal un
sombreadero de madera y acero recubierto
en su parte superior por planchas de cobre;
descansa esta estructura en dos columnas metálicas, de estas columnas a
modo de protección salen hasta el muro de fachada del edificio dos barandas metálicas
de un metro de altura aproximadamente coronadas con pasamano de fierro simulando
madera, este sombreadero cubre
los cuatro escalones del terraplén que permite llegar al primer nivel del
edificio, sobre el piso de entrada y del piso del “hall” de recepción hay unos hermosos mosaicos hechos en baldosín, el acceso a
la sala central es una amplia puerta que sobre su dintel se grabó la siguiente
frase: “Empezada el 10 de Diciembre del
año 1871 bajo la presidencia de S.E. el señor Coronel Dn José
Balta y terminada el 28 de Julio de 1874 bajo la presidencia de S.E. el señor Dn
Manuel Pardo.”[3] Corona esta escritura
un escudo de la República del Perú enmarcado entre dos querubines. Sobre esta
sección central del edificio se encuentra el segundo piso al
que se tiene acceso por una “escala de caracol” de acero ubicada a la
izquierda de la entrada principal, este recinto del 2º piso tiene el techo de
dos aguas, cubierto de tejas de cerámica
plana acanalada, este salón tiene en
sus frentes anterior y posterior amplios ventanales que en su parte superior lo
forma un arco de cuarto punto en el frontis sobre el ventanal está la palabra “Aduana”, por encima
del ventanal se colocó de ornamento un reloj, el conjunto tiene un
estilo neoclásico que estaba muy en boga por la época. Las secciones de los
costados del frontis del edificio tiene un conjunto de tres ventanas ubicadas
simétricamente que dan luz a las dependencias de esta parte del edificio, estas
ventanas alargadas de alto a bajo también son
rematadas en su parte superior en un arco de cuarto punto, la estructura
de los muros en su base es de piedra de sillar blanco sacadas de las canteras
del cerro Chuño, los muros de ladrillo cosido con mortero de cal y arena; la
estructura era “amarrada” por
las esquinas con pilares de piedra de sillar fijados con corchetes de fierro de
una pulgada de grosor; los salones laterales del edificio tienen el techo plano con vigas de acero que afirman una loza
de ladrillos con mortero de cal que permite la formación de sendas
terrazas sobre los techos de ambos costado del edificio, el techo por el
interior, el “cielo raso”, esta forrado con finas maderas “machambrada”
y descansa en esbeltas columnas y ménsulas
ornamentadas de acero que dan solidez a la estructura sin disminuir
el espacio útil a los
salones.
Los patios de almacenaje de la aduana estaban cubiertos por galpones que fueron construidos con pilares, cerchas, y costaneras de acero, el techo de dos aguas era cubierto con plancha de fierro galvanizado plano, las paredes de los contornos tenían un sobrecimiento de piedra sillar de unos 80 centímetros de alto, cubriendo el resto de la altura ladrillo cosido, los extremos de estos galpones estaban cubiertos por portones de corredera de madera y fierro con fuertes guarniciones metálicas para asegurar que no se produjesen robos, estos portones descansaban sobre rodillos de fierro que corrían sobre rieles ubicados en la parte alta y con guías metálica en la parte inferior, el conjunto de esta bodega se distribuía en la manzana destinada para el complejo cívico en forma muy simétrica, los de mayor dimensión a ambos costados del edificio de la administración de Aduanas en número de tres por cada costado, estos lindaban con el edificio del Correo y Telégrafo por la calle “2 de Mayo” y con el edificio de la Subprefectura por calla “San Marcos”, los de menor dimensión se distribuían en dos baterías de cuatro bodegas, cuatro ubicado inmediatamente detrás del edificio de administración en paralelo a la calle del “Telégrafo” y cuatro perpendicular a estos dando frontis a la calle del “Telégrafo” entre los edificios de Correo y de la Subprefectura.
El
Edificio del correo y Telégrafo[4]
se construyo en la esquina de las calles “2 de Mayo” y calle del
“Telégrafo”, la planta de este edificio tenía la forma de una letra
“H”, dando su frontis a la calle del “Telégrafo”, el frontis del
edificio lo formaba las paredes de los dos pabellones que eran separados por el
pabellón transversal que los unía dando la forma de “H” a su planta,
el pabellón transversal tenía
un largo de 12,75 mts. de largo y un ancho de 6,20 mts.; entre las dos
estructura principales del edificio, limitando con la calle, había un zócalo
de unos 80 centímetros de alto y sobre este una
reja de acero que alcanzaba a unos 2 ½ Mts.
de alto, dejando al centro un amplio portón enrejado de fierro forjado,
que hacía la entrada principal del edificio, el portón descansaba en dos
columnas de ladrillo que superaban en pocos centímetros la reja del cierro,
coronaban estas dos columnas faroles a gas confeccionados en fierro , tras este
cierro de la fachada principal una escala de acceso de cuatro escalones que
daba al vestíbulo permitiendo la entrada a las oficinas de atención de
público por el pabellón central y a las dependencias ubicadas en los
pabellones laterales a través de un
amplio corredor que unía los extremos, en amos costados de la escala había
pequeños jardines ornamentales, en la parte posterior del pabellón transversal
existía un patio interior que estaba cubierto en un tercio por un hermoso
sombreadero confeccionado con vigas de fierro fundido que descasaban en dos
pilares en forma de delgadas columnas metálicas de estilo dórico.
En el costado sur del edificio que lindaba con las bodegas de Aduana había un muro alto de ladrillo que cerraba el patio de servicios y separaba ambos recintos, el patio tenía una dimensión de 7,70 mts. de ancho por 22,00 mts. de largo, se accedía a este recinto por un portón que daba a la calle del “Telégrafo “, la entrada era amplia permitía con comodidad el ingreso de carretas tiradas por caballos, en este patio se efectuaba la carga y descarga de la correspondencia que era traída o se despachaba en bultos por este medio de transporte hasta el ferrocarril o el puerto,
El edificio era del mismo estilo neoclásico que el de la Aduana, tenía las ventanas de la misma forma y figuras, estas eran de buena amplitud y altura dando excelente luz natural a las dependencias de los pabellones de oficinas; por la calle “2 de Mayo” existía una puerta de acceso de dimensiones menores usada solo de servicio por los empleados del correo, este acceso estaba en una pequeña dependencia que permitía acceder al subterráneo y al patio interior, detrás de este edificio separado por un alto muro, estaba un terminal de la línea férrea que se bifurcaba al puerto como a la maestranza del ferrocarril a Tacna, los pabellones principales laterales estaban compuestos por tres salas cada uno donde se ubicaban las oficinas administrativas las dimensiones de estos pabellones eran de 22,10 mts. de largo por 4,5 mts. de ancho.
En la esquina noroeste formada
por la calle del “Telégrafo” y
calle de “San Marcos” fue construida la
casa de la Subprefectura, este edificio era gemelo
al edificio del Correo, su planta en
forma de “H” con exactas características, sus dimensiones eran de 22,6mts. de ancho por 31.75 mts, de
largo. Este edificio estaba dividido en dos partes principales la principal que
daba su frontis a calle de “San Marcos y a la plaza de armas que estaba
destinada a residencia del Subprefecto y la parte posterior destinada a las
oficinas administrativas y despacho de la autoridad, las dependencias publicas
eran atendidas por la puerta lateral que da a la calle del “Telégrafo”,
entrando por este acceso existían dos oficinas de recepción o secretarías,
pasadas estas dependencias se enfrentaba a un patio interior que tenía un
corredor formado por la prolongación del techo del despacho del Subprefecto
sostenido en delgadas columnas de fierro estilo dórico, el despacho del
Subprefecto era un amplio salón que tenía acceso en uno de sus extremos a las
oficinas del secretario, y por el lado opuesto a la entrada principal una puerta
daba acceso el patio interior de la residencia, este patio esta comunicado al
salón de recepción de la casa habitación por dos amplias puertas. El acceso
principal ubicado por calle “San Marcos” que daba entrada a la casa habitación
del Subprefecto es de similar factura a como fue la entrada principal del
edificio del Telégrafo, al costado que
lindaba con las bodegas de Aduana estaba el acceso para el coche y servicio de
los moradores de la casa de gobierno provincial, a diferencia del edificio del
correo las paredes frontales que daban a la calle “San Marco” de los
pabellones paralelos tienen un par de ventanas idénticas a las del edificio de
la Aduana las estructura de albañilería de este edificio es de menor calidad
que sus similares de la Aduana y Telégrafo debido al recorte presupuestario que
sufrió la obra como consecuencia de la crisis financiera de esos años, sin
embargo con el enlucido y terminaciones interiores es de gran dignidad.
Frente a las instalaciones de la Aduana se construyo la estación de pasajeros del ferrocarril Tacna Arica, este edificio fue ubicado a unos doscientos metros del edificio de la Aduana frente al mar, no era de gran tamaño, en total de este edificio no superaba los 230mt2.; sólo era de un piso, el costado que daba hacia la Aduana tenía tres ventanas con sus marcos muy ornamentados, el frente que daba al mar era el anden que tenía un sombreadero que era la prolongación del techo de media agua, esta marquesina era afirmada al muro del edificio por ornamentadas escuadras de acero, el contorno del techo era ornamentado por una cenefa llena de figuras geométricas que semejaban flecos, justo al medio del techo del edificio sobresalía un mirador que era rodeado de un balcón con barandas de acero, este mirador era coronado por una cúpula de forma similar a una gran campana que en su base estaba ornada con una cenefa simulando flecos, por la parte superior de la cúpula sobresalía el mástil para la bandera, las paredes de este mirador tenía hacia los cuatro puntos cardinales unas esferas de reloj que mostraban la hora al observador.
El
edificio de la iglesia que venía a
reemplazar a la antigua Basílica destruida en el terremoto era justamente la
que iba ha ser destinada al balneario de Ancón, ubicado a 32 Km. al norte
de Lima, tal como lo pensara el presidente Balta en su visita a la ciudad
de Arica en casa de la viuda Nugget la iglesia destinada al balneario ubicado al
norte de Lima fue desviada al puerto de Arica para su instalación. Esta
iglesia de estilo gótico enteramente
construida de acero, fue fabricada en las fundiciones de la firma “G.
Eiffel et Cie” de Levallois-Perret, pequeña localidad a las
afuera de París[5], armada como mecano, tuvo
un costo de 155.000 soles de 48 peniques, se emplazo como ya se ha dicho en el
antiguo terreno de la antigua iglesia, para ello se preparo un terraplén que
abarca el ancho de calle a calle entre “7 de Junio”(ex-Unanue) y “San
Marcos”, circundaba el predio una reja alta de fierro fundido, da su acceso
por la plaza con una gradería de
catorce peldaños, la estructura metálica de la iglesia fue ubicada al centro
del terraplén dejando amplios jardines a ambos costados del edificio, el techo
de la iglesia en su parte interior
es de fina madera “machambrada”, tal como es el “cielo raso” del
edificio de Aduana, la cubierta exterior del techo es de cobre, la planta de la
iglesia tiene la forma de cruz francesa; en
la parte central de la entrada principal en lo alto se encuentra el coro al cual
se accede por una “escala de caracol” metálica, a la derecha está la torre
del campanario que se alarga hacia lo alto en forma de aguja, forma
típica del estilo gótico, en la base de la torre se encuentra el
bautisterio, el brazo que enfrenta la torre del campanario a la izquierda de la
entrada principal se destinó a la capilla del confesionario, la iglesia es de
tres naves, sin embargo es relativamente pequeña, pero con orgullo ostenta el
titulo de “Catedral de San Marcos de Arica”, a la mitad posee dos puertas
laterales, los brazos que forman la cruz en el sector del altar mayor esta
destinado el de la derecha a una capilla del Sagrado corazón y el de la
izquierda a la virgen del Carmen, el altar mayor estaba separado del resto de la
iglesia por una barandilla de fierro fundido, el altar mayor lo formaba un
hermoso retablo de acero del mismo material que esta hecha toda la iglesia,
recargado de adornos pero siempre buscando la armonía con las líneas góticas
del conjunto del edificio, en este retablo el más antiguo estuvo dedicado al
Sagrado Corazón de Jesús, posteriormente se cambio
a la virgen de la Inmaculada Concepción,
cabe señalar que este templo en un comienzo fue consagrado al Sagrado
Corazón pero después de una controversia entre la Sociedad
del Sagrado Corazón y el párroco, pasó a tener el patrocinio de San
Marcos por ser la iglesia principal de Arica[6].
La construcción de este templo comenzó en 1872 para concluir en 1876, la
flamante iglesia es inaugurada el 2 de julio de 1876, le correspondió bendecir
el nuevo templo al cura y vicario
presbítero José Diego
Chávez, como delegado del obispo
José Benedicto Torres, Fue
padrino de la bendición el prefecto del Departamento, el coronel don Carlos
Zapata y madrina una de sus hijas,
se le puso como titular el Sagrado Corazón, la misa inaugural se efectuó al día
siguiente el 3 de julio y el sermón estuvo a cargo del cura Francisco Sagals.[7]
Las otras construcciones encargadas a la firma de Gustavo Eiffel fueron la Cárcel y el Cuartel de la Policía, estos edificios fueron construidos en la calle de la Matriz, justamente en los terrenos que había ocupado el templo de la Matriz, en el edificio de policía fueron utilizadas varias columnas que habían pertenecido al antiguo edificio de la Aduana destruido por el terremoto de 1868. No existen mayores referencias de la arquitectura de ambos edificaciones, salvo las que indican algunos antiguos residente que el cuartel de policía tenía un amplio portón y que en su parte principal que daba a la calle era de dos piso con corredor a la calle destacándose en este las columnas del antiguo edificio de la Aduana, la cárcel tenía un acceso con un amplio portal a modo de zaguán que era cerrado por portones metálicos de hermosa fabricación.
El cuerpo técnico de G. Eiffel et Cíe: que trabajó en Arica y Tacna estaba encabezado por Ingeniero y Arquitecto de origen polaco don Nicolás Miney, lo secundaron en la construcción los ingenieros don Carlos Petot, don Emilie Larrieu, el arquitecto Tadeo Strujenski como director técnico de las obras y don Matías Richet, técnico mecánico especialista en armar las estructuras de fierro; se trajeron picapedreros, albañiles, alarifes y jornaleros desde Arequipa. Los encargados de recepcionar las obras por parte del gobierno peruano fueron los señores Manuel Vázquez, Marco Antonio Viñas y Fernando Arancibia, el jueves 28 de octubre de 1875 se firmo el informe que daba cuenta de la conformidad por parte del gobierno peruano de las obras construidas; el ingeniero Tadeo Strujenski recepciona las últimas piezas destinadas para el edificio de la Aduana y que consistían el escudo de armas del Perú, que sería instalado en el vestíbulo interior del edificio, las persianas de fierros para el edificio de la Aduana, el edificio del Telégrafo y el edificio de la Subprefectura. , el reloj del frontispicio de la Aduana y dos pequeños vagones para el servicio de almacenaje.
La otra obra importante en el plan de reconstrucción de la ciudad de Arica fue la construcción del edificio del Hospital San Juan de Dios, esta edificación fue encomendada a la sociedad Trefogli & Graziani que ya habían construido el Hospital 2 de Mayo de Lima, el costo estimado para la obra fue de 165.000 soles de 48 peniques, el diseño que el arquitecto Mateo Graziani adoptó para el Hospital San Juan de Dios de Arica fue el sistema de pabellones independientes utilizado en Inglaterra desde 1756 en el hospital de Plymouth, este sistema fue recomendado por la Academia de Ciencias de París, el sistema permitía una mejor ventilación, buena iluminación y el aislamiento entre sí de los diferentes tipos de pacientes, los terrenos utilizados para la construcción fueron los del antiguo hospital cercanos al cerro “De la Cruz” se consideraba de mayor salubridad por estar en un sector de mejores vientos y más seco, además contaba con pozo de agua dulce, el frontis estaba constituido por un muro de 1,80 mts. de alto de piedra sillar, sobre este muro una reja que daba un total de alto al cierre de 3 ½ mts., el acceso al recinto lo formaba un portal de corte clasicista, dominado por un motivo de arco de triunfo, la puerta cerraba en su parte superior en un arco de medio punto con la coronación central en forma de frontón donde se leía “HOSPITAL SNJUANDE DIOS”; en la esquina que formaba la calle “de la Pampa del Hospital” con la calle del “Comercio” se conservó la antigua capilla de San Juan de Dios, al ingresar se encontraba un amplio jardín que daba acceso en ambos costados a dependencias administrativas y consultorios, al centro un amplio parque que separaba a los cinco pabellones que componían el complejo hospitalario, los pabellones se distribuían dos en el sector sur del recinto y tres en el sector norte que daba al camino al Lazareto y a Azapa, los pabellones estaban separados por amplios jardines y fueron construidos dando sus ventanas al oriente y al poniente para aprovechar de mejor forma el sol, el parque central abarcaba todo el largo del predio, los pabellones permitían 22 camas la que se ubicaban 11 por cada lado a lo largo de la sala con una separación de 1 mt. entre sí, el piso era de madera, los pabellones eran de techo alto, este era sostenido por 8 pilares redondos de madera que sostenían sendas vigas del mismo material donde descansaba el entablado que era cubierto en su exterior por una torta de totora y barro con conchuela; la sala tenía amplias ventanas que estaban a un nivel superior a los respaldos de los camastros de los enfermos, estas altas y amplias ventanas daban buena luz y ventilación, al extremo opuesto a la entrada principal del pabellón se levantaba un pequeño altar que honraba al santo patrono del pabellón, entre pabellones existía una dependencia más pequeña que utilizan los médicos y enfermeras, uno de estos recintos era destinado a pabellón quirúrgico.
Las construcciones sanitarias incluyeron la edificación de un Lazareto para los enfermos infecciosos, este recinto se ubico a unos 1.000 mts del hospital por el camino que iba a Azapa, después de las grandes epidemias en Arica aparecen registrados tres médicos, dos practicantes, uno de ellos practicante de cirugía, una profesora de partos, un vacunador, ocho auxiliares. Arica contaba con tres panteones, dos para católicos y uno para protestantes.
En la reconstrucción de la ciudad como se ha dicho se considero el edificio de un colegio, este se construyó en un sitio aledaño al lugar que había ocupado el antiguo convento de la Merced, de ahí que la antigua calle “de las Mercedes” pasara a llamarse “del Colegio”, en consecuencia este edificio quedo ubicado entre las calle “2 de Mayo” y calle “de la Alameda”. Por ultimo cabe señalar la construcción de la Recova que se ubicó en los terrenos donde había estado el convento de San Francisco, este es un edificio de planta rectangular con amplios corredores donde se utilizaron las columnas de fierro del antiguo edificio de la Aduana, sus puertas principales daban a las calles “San Marcos” y “28 de Julio” un acceso secundario daba ala calle “Chucuito”, el estilo de arquitectura clásica se conservo en este edificio, el piso pavimentado con piedra huevillo a la usanza española.
En este periodo de reconstrucción también hubo varias construcciones de particulares como la de una sociedad francesa que construyo el “Hotel del Globo” que se ubicaba en la esquina suroeste de la calle “de la Alameda” con la calle del “Telégrafo”, este edificio de estructuras metálicas conforme al uso de la época no alcanzó a ser terminado, las obras no estaban concluidas al momento de producirse el segundo gran sismo del 9 de mayo de 1877, sus estructuras casi en terminación fueron arrasadas por el Tsunami que provocó el movimiento telúrico, la salida de mar dejó transformado en un montón de escombros lo que pretendía ser un lujoso hotel.[8]
[1] Doña Eloisa Mac Lean Portocarrero, había nacido en Tacna en 1838, pertenecía a una de las principales familias de Arica – Tacna, su padre don Alejandro Mac Lean, acaudalado comerciante de origen escocés, su madre María Natividad Portocarrero miembro de una de las familias hispanas más antiguas y distinguidas de la zona, su hermano Guillermo G. Mac Lean P. medico, era el alcalde de Tacna al momento de la ocupación de esa ciudad por parte del ejército chileno el 26 de mayo de 1880, su otro hermano coronel Julio Mac- Lean P. era comandante del batallón “Arica”, muere en la acción del “Campo de la Alianza. Doña Eloisa se casó en 1855 con el cónsul británico, don George Hodges Nugent.
[2] Ver anexo 1 sobre evolución de los nombres de las calles de Arica.
[3] El destino quiso que los dos presidentes mencionados en esta frase murieran asesinados.
[4] Este edificio ocupó las oficinas de correo hasta 1970, siendo usado por la Dirección de Tránsito de la municipalidad de Arica hasta 1983 para ser destinado a oficinas de la tristemente celebre CNI (Central Nacional de Información) organismo de seguridad del régimen dictatorial de Augusto Pinochet U. Para finalmente terminar como propiedad del Banco del Estado de Chile que en una acción inexplicable ordenó su destrucción dejando de recuerdo sólo una gran excavación; años más tardes se construyo en el lugar un edificio de 11 pisos llamado “Edificio Empresarial”.
[5] Alejandro Gustavo Eiffel fundó una fabrica de estructuras metálicas en 1867 en Levallois-Perret, entonces suburbio de París. Este ingeniero francés revolucionó la construcción con sus innovaciones en la técnica de la fabricación de estructuras metálicas y en el emplazamiento de estructuras de acero.
[6] En 1962 se llevó a cabo una “restauración” hecha bajo la tutela de la Junta de Adelanto de Arica, en esta restauración desapareció el retablo del Altar Mayor colocándose en remplazo a “La Paciencia del Señor”, figura del siglo XVI que se había salvado del derrumbe de la antigua Basílica, el púlpito desapareció, la escala de caracol que da acceso al balcón del coro y del campanario también desaparecieron, los vitrales fueron reemplazados por acrílicos de colores, las barandillas del altar mayor desaparecieron, el techo de madera y cobre fue reemplazado por planchas de “massiza” y en el exterior recubierto con papel fieltro.
[7] Renato Hasche S. SJ “La Iglesia en la Historia de Arica” 1997.
[8] Con los restos que fueron posibles recuperar de los escombros se construyo un edificio de dos pisos en el mismo lugar que se pretendió levantar el hotel, utilizado en su planta baja como negocio de ventas de menestras, en la sala de venta existen cuatro columnas metálicas estilo dórico del edificio original, como en un balcón que da a calle Arturo Prat (ex del Telégrafo) se conserva aun una de las barandas de protección de los balcones, que da idea de la calidad arquitectónica que hubiese logrado el proyecto hotelero frustrado por el terremoto de 1877. Entre el año 1975 y 1998 ahí funcionó el Cuartel General del “Cuerpo de Bomberos de Arica”.